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domingo, 15 de mayo de 2011

LORCA, DESEA NORMALIDAD


ÁNIMOS AL PUEBLO DE LORCA



Después de la tragedia, del duro golpe, toca vivir el día a día porque la vida continúa. Hablamos del pueblo de Lorca. Un pueblo roto. Literalmente.
 Entrar en Lorca supone sumergirse en un conjunto de calles con edificios agrietados, escombros y cintas de seguridad que impiden el acceso a las inmediaciones de muchos inmuebles dañados que amenazan con desmoronarse como un castillo de naipes. Por la noche impresiona más. No hay luces encendidas en los hogares. Están vacíos en su mayoría. Y en ese escenario tan poco alentador, los lorquinos luchan por recobrar esa normalidad que se les arrebató la tarde que rugió la tierra.





Una buena parte de los habitantes del municipio se ha ido.



El Ayuntamiento, tras revisar el 100% de las viviendas, ha declarado habitables 6 de cada 10 casas situadas en el casco urbano. Y previsiblemente, poco a poco, los vecinos irán regresando a sus hogares. Pero les va a costar. No va a ser tan fácil. El miedo a los derrumbes y a nuevas réplicas ha provocado que la mayoría de los habitantes de este municipio murciano sea reticente a volver. Se han ido los que poseen un plan B: las familias autóctonas con una segunda vivienda y aquellas con parientes y amigos en los alrededores que les acogen. Problema aún más grande tienen los más de 4.000 inmigrantes que aún siguen asentados en los campamentos que han levantado la Cruz Roja y la Unidad Militar de Emergencias (UME). Ellos no tienen a donde ir, ni quien les acoja.

Ayer -sábado por la mañana-, la fotografía de las calles de la ciudad reflejaba con claridad el drama que está viviendo. Mientras camiones y miembros de la Unidad Militar Especial  tomaban el barrio de La Viña -el más maltratado por el seísmo-, muchas, muchísimas personas se agolpaban frente a los portales para comprobar si podían acceder a sus viviendas y recoger algunos enseres. 

Cada portal tiene grabada una sentencia. Los puntos verdes pintados junto a las puertas indican que sus propietarios pueden volver a instalarse en el hogar. Un 28% de los hogares lleva la marca amarilla, que da acceso solo a recoger algunas pertenencias rápidamente. Mientras, el rojo -el maldito rojo- prohibe totalmente el acceso al 12% de las viviendas. Así, los vecinos que ayer pululaban por el barrio lo hacían inquietos, arrastrando maletas o cargando con premura furgonetas y maleteros.
Algunos edificios lucían un círculo negro, lo que les condena al derrumbe... Aún prendía de alguna de sus ventanas un irónico cartel de Se vende, a modo de triste evidencia de un futuro que ya nunca será. Ginés, un taxista de Lorca, narraba una anécdota que da buena cuenta del estado de ánimo de los lorquinos. "Esta mañana, estaba haciendo la compra en el supermercado y a un chico se le ha caído un palé y ha hecho un ruido muy fuerte. Una señora ha gritado y ha empezado a llorar. La gente está asustada todavía", comentaba.
EL RECUERDO DE LA MUERTE 
Miedo. Es el sentimiento que impera aún en este municipio, que a pesar de todo no ceja en su empeño de levantar cabeza. Algunos comercios comienzan tímidamente a abrir sus puertas. Es el caso de una de las farmacias de La Viña, cuyas trabajadoras, Ana Hernández y Luci Vidal, tuvieron que salir del establecimiento debido a que los efectivos desplegados se dispusieron a derribar una de las cornisas del edificio porque había peligro de que se cayera. Luci confesaba sentir "impotencia" tras el terremoto. Recuerda con un gesto de dolor el momento en el que un desprendimiento acabó, a apenas unos metros de la farmacia, con la vida de un chaval, allegado de los dueños del bar de al lado. "Ese día pasé miedo, pero más miedo sentí después, pensando en lo que nos podía haber pasado a mi hija y a mí". Luci se encuentra ahora hospedada en casa de sus suegros en un municipio cercano. Su vivienda luce el punto amarillo. Solo han podido coger algunas cosas. "Yo he vivido la guerra y no he conocido cosa parecida", afirmaba una mujer mayor que escuchaba las explicaciones de la farmacéutica.
Con los trastos en la calle. "Estamos que
lo vemos y no nos lo creemos" cuenta una peluquera. La fachada de su negocio se ha convertido en un punto amarillo.  Alicia, la peluquera, viendo que su forma de ganarse la vida corría peligro,  sacó a la calle todos los enseres que pudo del local. Y allí estaba. Sentada en un taburete luchando contra el agobiante sol del mediodía y rodeada de sillones, lava-cabezas y expositores, esperando a que llegaran a echarle una mano con el porte. Ana Pérez, dueña de una tiendita de golosinas cercana, estaba en la misma tesitura. "Me han dicho que saque lo que pueda. Que lo demás lo deje", contaba apesadumbrada, con la mueca dura y resistiéndose a la resignación.
Algunos habitantes del barrio, deseosos de que todo vuelva a ser como era antes del terremoto, se animaron incluso a salir y tomar algo. Como un sábado más. Y es que el viernes ya abrió sus puertas el primer bar que ha empezado a funcionar con normalidad en La Viña. El Bar Parada sacó sus mesas a la calle, y el lomo, las anchoas y la tortilla de patatas volvieron a lucir en su mostrador a pesar de las grietas que surcan el baño y la cocina. "El viernes abrimos para limpiar y los vecinos ya se nos metieron dentro pidiendo de beber y de comer", narraba Jessi, la joven hija de los dueños, que estaba encantada de servir raciones de nuevo.
17 INGRESADOS Mientras los vecinos de Lorca echan el resto para recuperar su día a día, instituciones y organismos públicos hacen balance del estado de las infraestructuras y servicios, tan necesarios para restablecer la normalidad. Así, la consejera de Sanidad de Murcia, María Ángeles Palacios, explicó que de los centros de salud existentes en Lorca, uno no presenta daños estructurales, por lo que mañana lunes será reabierto. El de Las Viñas tampoco presenta daños en su estructura, aunque no podrá reabrirse por reparaciones hasta dentro de tres meses. Un tercero está completamente inutilizado. Con respecto a los heridos a causa del terremoto, de las 300 personas atendidas en Lorca 17 permanecen ingresas en el Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca, algunas en estado muy grave.
En la tarea de evaluar los daños provocados por los seísmos destaca la actuación del denominado Grupo Cero, integrado por 30 especialistas en patología estructural de la edificación de la Administración autonómica y por profesores de las universidades públicas de Murcia y Politécnica de Cartagena, así como por expertos llegados desde Madrid y Sevilla.
Entre los trabajos están aquellas labores tendentes a que las viviendas señalizadas con el color amarillo pasen a tenerlo verde mediante limpieza y apuntalamiento, para lo que se emplean 29 brigadas de técnicos y operarios. Su objetivo durante el fin de semana se centra en reparar en la medida de lo posible los comercios afectados por los terremotos para que sus dueños puedan abrir de nuevo mañana. Todo es poco en el camino hacia la normalidad.

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